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El Buque Fantasma

ASTURIAS I

Este verano volveré a Asturias. Me empacharé de bosques húmedos y costas briosas, chuparé cabezas de gamba en algunos de esos baritos de algún puerto, haré fotografías de días nublados y me refrescaré en algún arroyo que atraviese el camino. Subiré a Somiedo, visitaré la ría del Eo. Llenaré la cabeza con recuerdos que nunca seré capaz de imitar en el papel.

ASTURIAS I

Este verano volveré a Asturias. Me empacharé de bosques húmedos y costas briosas, chuparé cabezas de gamba en algunos de esos baritos de algún puerto, haré fotografías de días nublados y me refrescaré en algún arroyo que atraviese el camino. Subiré a Somiedo, visitaré la ría del Eo. Llenaré la cabeza con recuerdos que nunca seré capaz de imitar en el papel.

LA BIBLIA según Bisley

LA BIBLIA según Bisley

La editorial NORMA anuncía la publicación de "La Biblia", con dibujos de Simon Bisley. Todavia no lo he podido ver pero, tratándose de Bisley, no tengo dudas de que será un trabajo apabullante.

Edito para decir que ya lo tengo en mi poder y que es tan apabullante como pensaba.
Inmenso Bisley

UN HOMBRE PEGADO A UNA STRATO

RORY GALLAGHER
(1948-1995)
Un hombre pegado a una Strato

Rory Gallagher nació en Ballyshannon (Irlanda) en 1948 y murió en Londres en 1995. Sus restos reposan en Cork, a donde su familia se trasladó en su infancia y donde Rory empezó a convertirse, a edad precoz, en un dotado guitarrista y un apasionado bluesman. Cuentan sus familiares que ya a los 9 años (1957) Rory andaba fascinado con la música de Buddy Guy, Muddy Waters, John Lee Hooker y todo el blues negro americano, que machacaba insistentemente con una guitarra acústica. Con 10 años ya andaba tocando por los locales de Cork y a los 12, tras ganar el concurso de talentos de la localidad, se compró su primera guitarra eléctrica.

Esta primera guitarra eléctrica no fue la que cualquier fan de Rory reconocería nada más verla, la famosa Stratocaster del 61 que compró de segunda mano, también en Cork, en el 63 y que le acompañaría durante toda su carrera.

Un año después de comprar la Strato’61, Rory formó, a la edad de 16 años, el primer grupo del que se recuerda el nombre: la Fontana Show Band (luego The Impact) que giró por Gran Bretaña al año siguiente. En 1966, con 18, formó con Eric Kitteringham (bass) y Norman Damery (drums) el trío Taste, que vivió una segunda versión en el 68 con Richard McCracken (bass) y John Wilson (drums) y que hizo de telonero de Blind Faith en un tour por Canadá en el 69.

Cuando en 1970 Rory Gallagher comenzó su carrera en solitario, llevaba a sus espaldas unos 10 años trabajándose los baretos desde Cork hasta Hamburgo. Desde entonces, estas son las distintas formaciones básicas de su banda:

Rory Gallagher (guitar, vocals)
1970-1972: Gerry McAvoy (bajo), Wilgar Campbell (batería)
1972-1976: Gerry McAvoy (bajo), Lou Martin (piano), Rod De’Ath (batería)
1976-1981: Gerry McAvoy (bajo), Ted McKenna (batería)
1981-1991: Gerry McAvoy (bajo), Brendan O’Neill (batería)
Mark Feltham era invitado habitual de Rory para tocar la armónica.

Su primer álbum en solitario, de título “Rory Gallagher”, data de 1971 y es una buena muestra de lo que Rory nos iba a ofrecer a lo largo de más de 20 años de carrera: todo su gusto por el blues combinado con toda su tradición irlandesa. Seguramente su música no puede calificarse con los sobrenombres de fusión o étnica, pero resulta obvio que Rory Gallagher aprovechaba al máximo la fusión de sus raíces irlandesas con la música de su vida, el blues, desde sus primeros pasos. Eso, unido a su indiscutible buen pulso, confiere a su música un aire especial capaz de transportarnos desde una carretera polvorienta del sur yankee a alguna mohosa ruina irlandesa envuelta por el sonido de una gaita. En este sentido, Rory podría parecerse a otro de esos irlandeses ilustres que han sabido impregnar la historia del rock con los antiguos airs de su antigua Irlanda, Van Morrison. Pero cualquier parecido de Rory con la etiqueta étnico, tal como hoy la entendemos, es inexistente. En él no predominaba la intención de combinar músicas de un lugar y otro buscando el exotismo; era, simplemente, un músico irlandés de blues que le ponía al blues todo el sabor de su ascendencia.

En “Rory Gallagher”, además de esa influencia irlandesa en su blues, encontramos también algunas de las múltiples facetas de este músico, que van desde el registro salvaje de “Laundromat”, con la que se inicia el disco, hasta las hermosas dosis de calma que destila, inmediatamente después, la acústica “Just the smile”. Descubrimos así a un guitarrista refinado pero muy potente, tan hábil con la eléctrica como con la acústica, y a un cantante experto. Básicamente Rory es lo que llamaríamos el clásico músico on the road, duro, gastado, pero con una inmensa sensibilidad tras esa fachada de primitivismo, reacio a los compromisos que impone el marketing musical. Es un músico austero que siempre tomaba como base una pequeña banda (y, como se ve, a menudo con músicos de su país, con su gente), poco dado a los grandes espectáculos y las coreografías.

Muestra de esa austeridad fue también su siguiente disco, “Deuce” (1971), que, frente a “Rory Gallagher”, es un disco menos producido y grabado prácticamente sin interrupción tras breves sesiones de ensayo. Bastante a pelo. La Strato ’61 suena de maravilla, llevando el peso de las canciones como suele ser habitual en Rory, esa especie de hombre orquesta de la guitarra capaz de llenarte el coco con su riquísima gama de jueguecitos y su temperamental voz aunque no hubiese nadie más tocando (en esto me recuerda un poco a Hendrix, que también era único a la hora de dejar atrás a cualquiera que tocase con él, de una forma inevitable que, por otro lado, nadie querría evitar).

Cualquier disco de Rory está completamente lleno de solos de guitarra magistrales. Los hay a decenas. La Strato llenaba cada surco de cada vinilo. En “Deuce” volvemos a encontrar algunas de estas joyas de nuevo en diversos registros: la punzante electricidad de “Used to be” o el alegre desenfado acústico de “Don’t know where I’m going” (una canción, para entendernos, en la línea de otras joyas del género como el “Ol’ mean world” que hacen Clapton y Allman). Junto a éstas podemos disfrutar también, por ejemplo, de un blues excelentemente arrastrado como “Should’ve learnt my lesson”, básico, con una de esas bateras que suena un poco a cajón de fruta y la Strato chirriante.

A “Deuce” siguieron “Live in Europe” y “Blueprint”, que no tienen nada que desmerecer a los anteriores pero de los que hablaré poco, ansioso por enfrentarme a “Tattoo” y al “Irish Tour”, publicados justo después. Aún así, no me quedaré con ganas de decir que en “Blueprint” podemos encontrar una angelical y hawaiana “If I had a reason” que pone de manifiesto una vez más la versatilidad técnica y la originalidad de este músico, no siempre reconocida.

‘Sé que muchos críticos dicen ‘Oh, él está haciendo el mismo viejo rock y blues, no está cambiando, no está haciendo fusiones...’. La gente espera de mí un cambio, pero ese cambio sería un engaño. Puedo hacer un álbum de fusión, y lo puedo hacer divertido, o hacer un álbum reggae y ponerme un sombrero country del Oeste y todo el mundo diría ‘Está progresando’. Eso no es progresión, sólo es jugar diferentes jueguecitos con los medios .../... No quiero sólo recrear el viejo blues, quiero hacer un sonido nuevo. Pero obviamente cualquiera que me oiga se dará cuenta de que adoro el blues y el rock. Esa es mi ambición’
“Tattoo”, de 1973, es un disco fantástico, probablemente también uno de los más difundidos del irlandés. Tiene un sonido opaco, que pone de relieve el poco interés que en aquellos momentos mostraba el autor por los experimentos de estudio. A pesar de lo cual el disco tiene un gancho especial. La canción “Tatto’d Lady” está cargada de encanto y de vitalidad; “20:20 vision” es el acostumbrado blues acústico, austero: ‘People talk about her like she was a diamond on the shelf/ People talk about her like she was a diamond on the shelf/Well, I got 20/20 vision, I can see that for myself’. Junto a ellas encontramos el potente y veloz “Craddle Rock”, la boogie “They don’t make them like you anymore”…
“Irish tour” se publica en 1974 y, en mi opinión, estamos ante uno de los discos grandes de Rory ‘Gálaja’. Hay muchos motivos para que sea así. Románticamente uno: Rory toca en Irlanda... Señoras y Señores: abróchense los cinturones. El disco empieza con un “Craddle rock” (LP “Tattoo”) completamente demoledor, tocado a toda pastilla. En seguida otro pedazo de canción con la Strato chillando como nunca: McKinley ‘Muddy Waters’ Morganfield rabiaría de gusto oyendo a alguien bordar de esa manera “I wonder who”. “Tattoo’d lady”, “Too much alcohol”... y llegamos a “A million miles away”. La canción también es del LP “Tattoo”, pero en el “Irish Tour” tiene una fuerza que, a mi juicio y a mi corazón, la llevan a convertirse en una de esas canciones legendarias a la altura de “Stairway to heaven”, “Hotel California” o cualquier otro gran himno. Una dulce intro que va cargando la tensión, un delicioso piano de Lou Martin, un toque lírico irlandés, los acostumbrados solos de Gallagher... construyen una canción sublime. Básica y sublime.

Todo el “Irish Tour” tiene fuerza y una interpretación que es como la esencia del directo, cuando no hay luces ni muñequitos bajando desde lo alto del escenario. No estamos ante uno de esos directos programados tan habituales en los 2000, aquí el artista no se presenta ante su público con un programa estudiado sino que sale a escena y se pone en carne viva tocando lo que sabe.

‘Por un lado tú eres un músico y sólo quieres tocar lo que te gusta para una buena audiencia, y en unos términos razonables de capacidad. Ese es mi mayor reto, aunque naturalmente eres un ser humano y tienes un ego como cualquier otro... Te gusta ser tan grande como crees que mereces o como otros crean que debes ser... Bueno, yo soy feliz haciendo lo que hago, pero no suelo organizar mi mente alrededor del éxito y planear a cerca de él como hacen otros, y eso disgusta a alguna gente con la que tengo que tratar’.

En 1975, Rory saca el disco “Against the grain”, del que merece la pena resaltar la magnífica versión del “All around man” de Bo Carter (que fue integrante de los Mississippi Sheiks, absolutamente clásico de blues del Delta). Junto a ella, siempre dentro del terreno del blues-rock, hay canciones tan bonitas como “Bought and sold” o “Out of the western plain”, un country blues de Huddie Leadbetter. Las de Leadbetter, Carter y el “I take what I want” de Porter, Hodges y Hayes (cargado de bronca) son las tres únicas composiciones ajenas de este disco, en el que encontramos 7 nuevas composiciones del irlandés.

“Against the grain” mantiene el tono básico que tenía “Deuce” y podría considerarse el cierre de un etapa en cuanto que en el siguiente disco, “Calling Card”, muestra una producción más cuidada y, en general, una mayor atención al acabado de las canciones, siempre manteniendo ese sabor austero en la producción que le caracteriza pero, esta vez, con toda la solidez de un artista completamente maduro. En resumidas cuentas: Rory va evolucionando, pero eso no le resta ni un ápice de naturalidad y la música que encontramos en sus discos sigue viniendo desde el corazón con muy pocos intermediarios y sin ningún amaneramiento.

“Calling Card” (1976) es un disco que no debería faltar en la discoteca de cualquier aficionado al blues y al rock. Es un disco magnífico que abre lo que va a ser una época dorada de Gallagher, con tres discos consecutivos en los que se muestra pletórico de ideas y con el temperamento a tope. Como decía, en Rory no debemos esperar nunca grandes cambios, sólo los obvios en un artista entregado a un estilo, trabajador, que, naturalmente, cada vez toca mejor, canta mejor y construye mejor sus canciones.

La producción es más cuidada que en los anteriores trabajos y se nota que es un disco hecho con mucha dedicación aunque, como siempre, adivinamos más un intenso trabajo previo y una intensa compenetración entre los músicos que una superproducción en la mesa. No en vano, es el cuarto año de la formación McAvoy-Martin-DeAth.

“Calling Card” no es, ni mucho menos, un disco conceptual, pero es un disco entero en el sentido que le daba a entero el pintor Antonio López al referirse a la excelencia de una obra pictórica (véase la película “El sol del membrillo”, de Víctor Erice): las canciones parecen hechas para estar ahí, una detrás de otra, sin que ninguna otra combinación resulte, en conjunto, tan hermosa: “Calling Card”, “I’ll admit you’re gone”, “Secret Agent”… Por si fuera poco, la última reedición en cd nos ofrece “Rue the day” y una primera toma de “Public Enemy Nº1”.

Aunque la banda cambió para el siguiente disco, “Photo finish” (1978), con la salida de Martin y la sustitución de Rod DeAth por McKenna a la batería, el sonido sigue siendo más parecido a su predecesor “Calling Card” que a “Top Priority”, publicado ese mismo año con esa misma banda. Aquí, sin embargo, el sonido es completamente eléctrico y, de nuevo, el disco es una fabulosa colección de buenas canciones: “Shadow play”, “Cruise on out”, “Brute force and ignorance”... La reedición en cd nos ofrece, además, uno de los temas más logrados de Rory Gallagher: el antes inédito “Juke Box Annie”.

En “Top priority” (1978) el sonido cambia y nos encontramos, como en el anterior, ante uno de los discos más eléctricos de Rory, sin concesiones a la acústica y con un aire que podríamos calificar hasta de salvajemente pop a ratos (y en otros tan bluesy como siempre). El disco empieza con la strato rabiando a tope en “Follow me”, un pedazo de canción que nos engancha a la primera, pegadiza, cañera... le sigue “Philby”, inspirada en la figura del famoso doble agente de la inteligencia británico-soviética, con un tempo más lento, intenso, y una guitarra llorona que te toca hasta la última neurona. Después “Wayward child” y, a partir de ahí, el disco se hace maravillosamente áspero: “Keychain”, que es como pasear por un desierto a mediodía, “At the Depot”, rocanrolera, la enfadada “Bad Penny”... y un soberbio final con “Public Enemy Nº1”,otra canción para no perdérsela.

Si el “Irish Tour” resultaba emocionante e intenso, “Stage struck” prescinde de esa emotividad y resulta simplemente demoledor recordando temas de “Top Priority”, “Photo finish”... grabados en su gira mundial de noviembre de 1979 a julio de 1980.

En el 82 Rory publica el que va a ser el último disco antes de un largo parón de 5 años sin deleitarnos con otro. “Jinx” es un disco, como los dos anteriores, eléctrico. Como en ellos, hay concesiones a los tiempos más lentos y a las dosis de dulzura, pero dulzura casi totalmente eléctrica, como en “Easy come easy go” y, desde luego, han desaparecido las canciones acústicas con las que nos deleitaba en los primeros discos. Las eléctricas siguen siendo tan magníficas como “Jinxed”, otra canción para tener siempre cerca.

Tras cinco años, en el 87, este joven viejo bebedor de Guinness, incansable músico de bar y carretera, nos sorprende con un disco que es como otra vuelta de tuerca a lo de siempre, sin perder ni un ápice del temperamento que, a estas alturas, nos lo había hecho tan querido. “Defender” es una obra maestra de un músico que sólo puede buscar ya el refinamiento después de llevar años mostrándose completamente maduro. Rory no explora nuevos caminos, sigue su camino buscando sonidos nuevos.

“Defender” es un disco más metálico y con un sonido más claro que “Jinx”. En la batería está Brendan O’Neill en lugar de Ted McKenna y el disco cuenta con las colaboraciones de habituales como Lou Martin (piano en “Seven days”) y Mark Feltham a la armónica. “Continental Op (to Dashiell Hammet)” o el hiriente blues “I ain’t no saint” son algunas de las buenas canciones que pueblan este disco.

Su siguiente y último disco, “Fresh evidence” (1990) es la despedida que podíamos esperar de este tipo sobresaliente. Rory nos deja todo su amor por la música y por el blues con un sonido brillante como nunca, esta vez acompañado por una banda numerosa en la que recupera a Martin y se hace acompañar de saxos (más metal), teclados (John Cooke, que ya había colaborado con Rory), la armónica de Mark Feltham, el inseparable Gerry McAvoy con su pelo a la permanente...

Parece como si Rory, aquejado ya de una grave afección hepática, hubiese querido despedirse a lo grande, y la despedida resulta emocionante.

“The Loop” es una magistral pieza instrumental, “The King of Zydeco” una perla de ese estilo, “Middle Name”, “Ghost blues”, “Slumming angel”... “Alexis” está dedicada al patriarca del blues británico Alexis Korner: el círculo se cierra.

El 14 de junio de 1995 Rory moría en un hospital de Londres víctima de una vieja afección del hígado.

Una Guinness a la salud del Maestro.

DISCOGRAFÍA

“Rory Gallagher” (1971)
“Deuce” (1971)
“Live in Europe” (1972)
“Blueprint” (1973)
“Tattoo” (1973)
“Irish Tour” (1974)
“Against the grain” (1975)
“Calling Card” (1976)
“Photo-Phinish” (1978)
“Top priority” (1978)
“Stage Struck” (1980)
“Jinx “(1982)
“Defender” (1987)
“Fresh Evidence” (1990)

Y su obra se completa con colaboraciones en las sesiones londinenses de Muddy Waters, Jerry Lee Lewis o Howlin’ Wolf, con Lonnie Donegan en el 78 y con Chris Barber en el 93, etc. Lamentablemente su actividad mermó ya en los últimos años, aquejado de la enfermedad del hígado que acabó llevándoselo el 14 de junio de 1995, con sólo 47 años.

LA MÚSICA DEL ALMA

Igual que los 40 fueron los años del blues, y los 50 del rock’n’roll más clásico, los 60 fueron los años del soul.

El soul, como medio de expresión, fue la respuesta negra al final de la segregación. Durante años, el blues había sido el vehículo para la expresión del sentimiento negro, pero del negro segregado, sin derechos políticos; el fin de la segregación, impulsado decisivamente por la acción cívica canalizada a través de las iglesias, supuso un cambio de sensibilidad.

Frente al negro sometido, surgió el negro liberado: los negros eran, por fin, personas; habían ganado estima social y la imagen del negro sometido comenzaba a resultar incómoda, y el blues recordaba machaconamente un pasado de insidia.

En esa tesitura, el blues cayó en desgracia y se vió relegado a los ambientes del sur profundo (el mismo sur donde había empezado todo), y el soul se convirtió en estandarte del nuevo sentir negro, de los nuevos brothers y sisters que, a ritmo de gospel, habían conseguido acabar con la vergonzosa situación social que la segregación representaba.

El soul, como sucediera con el blues, seguía siendo música para negros, y, en sus inicios, surgió íntimamente ligado al blues y a la múltiples derivaciones surgidas a partir de éste y conocidas como Rythm’n’blues (lo que no era más que una etiqueta para diferenciar la música destinada a un público negro de la destinada al público blanco –hillbilly-, sin un contenido demasiado homogéneo). A ello, el soul unió la tradición gospel, a la que incorpora textos profanos, para quedar configurado como un estilo nuevo, original, en el que los metales cobraban protagonismo, que conservaba los arreglos vocales del gospel, y que, en sus textos, sustituía el cotidiano lamento del blues por la reivindicación social (cuando no por algunos textos escandalosamente eróticos chocantemente interpretados en forma de sermón litúrgico).

Si intentamos buscar a los responsables del guiso, hay dos nombres que cobran protagonismo sobre los demás en lo que se refiere a los precedentes de esa fusión entre blues y gospel: Ray Charles y Sam Cooke, que ya en los 50 venían anticipando la receta. Junto a ellos, y seguramente también aprovechando el vacío que dejó la trágica muerte de Cooke, otros grandes artistas alcanzarán merecidamente el título honorífico de reyes del soul: James Brown, Otis Redding, Wilson Pickett, Aretha Franklin, Marvin Gaye,... En la vertiente más bluesy del soul podríamos citar a Bobby Rush o Rufus Thomas, y a otros como Brook Benton (o Sammy Davis Jr.) en la vertiente del soul más próxima a la canción ligera.

En los 70, el soul decayó a causa, podríamos decir, de su propia evolución, pues se escindió en múltiples estilos con características peculiares que restaron protagonismo al soul más clásico: funky, disco, break, house, dance,... estilos todos ellos directamente deudores del soul.

Al igual que le sucedió al blues aunque, quizá, sin tanta intensidad, el soul vivió su propio revival en la década siguiente (los 80)... al igual que sucedió con el blues, evidentemente, no fue lo mismo: las circunstancias sociales habían cambiado y, en cierto modo, el soul había perdido así una de sus motivaciones. Hoy, quizá, podríamos decir que la tradición soul pervive sobre todo a través de sus múltiples variantes, amparado en una sofisticación más vendible que el estilo en bruto y que casa mejor con la sensibilidad de los tiempos modernos.

MR. CLAPTON & MR. JOHNSON

ME & MR. JOHNSON
Eric Clapton
2004

La llegada de un nuevo disco de Clapton siempre es motivo de regocijo para cualquiera que aprecie la buena música; éste, además, es un bonito regalo para todos aquellos melómanos amantes del blues y, más aún, un motivo de orgullo histórico para todos los aficionados a la música de este país, ya que Eric Clapton ha tenido la deferencia de hacer en Barcelona la presentación mundial, despachándonos un directo que a todos los que no pudimos estar allí nos gustaría ver pronto en dvd.

El disco, como su propio título indica, es una revisión de 14 canciones del bluesman tradicional y absolutamente clásico Robert Johnson: Eric Clapton interpreta a Robert Johnson, y cuando decimos interpreta queremos decir que imprime su propia personalidad a catorce temas de Johnson. Las canciones ofrecen pocas variaciones respecto del original o, al menos pocas variaciones sustanciales, pues resulta evidente que frente a la acústica del maestro destaca aquí la electrificación del discípulo, a la par que unas instrumentaciones más elaboradas o un más concurrido acompañamiento. Frente al espíritu descarnado, el punto de mala leche, el agudo dolor o la estridente voz nasal de las antiguas grabaciones de Johnson, “Me & Mr. Johnson” exhibe elegancia, una imprescindible y saludable pizca de socarronería y un Clapton que canta más magistralmente cada año que pasa. En lo demás, original y versión, antigua y nueva, cada una producto de un momento e irrepetible fuera de él, son bastante similares; el oyente, abstraído de otras circunstancias históricas, disfruta, al escuchar original y versión, de la misma canción interpretada con el mismo sentimiento, sin que importe en que contexto se sitúe. Sucede que, en manos de Clapton, la música de Johnson parece fantásticamente transportada a través de los años, y “Me & Mr. Johnson” es un disco tan excelente que parece estar diciéndonos que es la exacta traslación de Johnson al siglo XXI.

El disco es tan bueno, y está hecho con tanto gusto, que pone el listón muy alto a futuras revisiones que se hagan del clásico y se convierte desde este mismo momento en una obra de referencia para aproximarse no ya al propio Clapton, sino al mismo Mr. Johnson. En el disco encontramos parte de lo mejor del uno y del otro... seguramente, si hacemos caso a la leyenda, algún espíritu diabólico ha debido tener algo que ver para que la esencia de Robert Johnson impregne de esa manera a Eric Clapton. Sería curioso ¿Verdad? El Diablo poseyendo a Dios.

ERIC CLAPTON
“ME & MR. JOHNSON”

1. When you got a good friend
2. Little queen of spades
3. They’re red hot
4. Me and the devil blues
5. Travelling riverside blues
6. Last fair deal gone down
7. Stop breakin’ down blues
8. Milkcow’s calf blues
9. Kind hearted woman blues
10. Come on in my kitchen
11. If I had possession over judgement day
12. Love in vain
13. 32-20 blues
14. Hell Hound on my trail

Esto se publicó en la extinta web MSS cuando el disco vió la luz

LIFE'S A GAS - T.REX

LIFE'S A GAS - T.REX

I could have loved you girl
Like a planet
I could have chained your heart
To a star
But it really doesn't matter at all
No it really doesn't matter at all
Life's a gas,
I hope it's gonna last

I could have built a house
On the ocean
I could have placed your love
In the sky
I could have turned you
Into a priestess
I could have burned
Your fate in the sand

SUFREN

Tus huesos como raíces que devoran la carne
Tus ojos, un cansancio infinito
Tu vida, un purgatorio

LLUVIA I; presiento que volveremos a encontrarnos

Ha llovido. Recibo los días de lluvia como una bendición. Imagino que cada una de esas gotas viene desde un lugar diferente: algo absurdo, sólo comprensible cuando escuchas “Yesterday and today” mientras el agua cae, tópica, sobre el cristal. La química no existe, la condensación es un milagro musical que me acerca a lugares lejanos.

En una gota pisó un tigre siberiano, otra me trae una pizca de polvo de un continente sumergido. La más bonita es una lágrima de alegría.

DEMOCRACIA Y VICTORIA

Ganar, convencer,... Si paseamos nuestras aburridas neuronas por uno de los miles de foros disponibles en internet, lo último que encontraremos será un franco propósito de compartir o aprender. Las más de las veces, frente a nosotros sólo encontraremos a personas cuyo ánimo es mostrar su habilidad dialéctica. El afán de combatir es un fin en sí mismo, y no un medio para el conocimiento.

Anoche pude ver una entrevista a Lluís Llach en la televisión y hablaba de algo parecido: para él, la democracia no es un fin, sino un medio para conseguir otras cosas como el fin del hambre, de la insolidaridad, de la violencia.

La discusión que sólo pretende ganar, como la democracia que sólo tiene valor por sí misma, es estéril.

POEMA 1

Por cada atardecer, otro
Por cada beso, otro universo
en la esfera de cristal
Tu mano sobre mi pierna
y aparece
una playa tropical

STUDIO 150

STUDIO 150

PAUL WELLER – STUDIO 150

Lo primero que se puede decir del disco es que es un disco de versiones, lo segundo que es un disco con toda la personalidad de Weller.

Los temas van desde Porter a Dylan o Young, pasando por Bacharach o Gordon Lightfoot (encantadora “Early Morning Rain”), y poco importa que conozcáis los originales: el disco se disfruta igual. Es un disco entero, sólido, de un músico con todas las tablas del mundo tras casi 30 años de carrera.

Weller, recordemos, comenzó con The Jam en 1975, con gran éxito y un rock bastante potente que la crítica profesional califica de punk o mod o punk-mod o vaya usted a saber cómo. Después llegó The Style Council, en 1983, donde Weller nos mostró su vena más Motown y su gusto por la música negra, divirtiéndonos de lo lindo en el intento.
Por fin, en solitario, desde 1992, exprimiendo, tras casi 20 años (oficiales) de música, toda su sapiencia.

Todos esos años y toda esa experiencia, tan diversa, hacen posible, seguramente, un disco como el presente; un disco de un músico hecho y derecho. De un talento. No objeta nada el hecho de que las composiciones no sean suyas: para empezar porque Weller ya nos ha dejado sobradas muestras de su creatividad y, para seguir, porque, repito, el disco es sólido, entero. Las canciones no van una detrás de otra, forman un disco. El espíritu de los autores se reconoce, pero los aúna Weller.

HAMELIN

El sonido de la música de baile, por llamar de alguna manera a aquella sucesión de ruidos, se colaba por las rendijas de la persiana mezclado con el rumor del ganado humano que, a esas horas de la madrugada, trasegaba la calle arriba y abajo.

Bajé a la plaza con mi flauta dulce y no tardé en reunir un variopinto grupo que, si no me echaban monedas, sí me mostraban su fácil simpatía.

- Eh, tío, qué guay, qué es lo que tocas
- Nada aún –contesté-, estoy calentando los dedos.
- Uas, tío, hay que calentar, no?
- Sí, eso he dicho.
- Vale, tío, no te lo tomes así, toca algo
- Vale, tío, tocaré algo, pero yo no querría estar aquí cuando empiece a tocar.
- Juá, vale tío –siguió uno de mis festivos admiradores, algo mamado-, a ver si es que no sabes tocar, tío, y vas de vacilón para sacarnos la pasta...
- Será eso –dije; me encanta ver a un gilipollas cavando su propia tumba, y comencé a tocar-.

Cuando acabé el tipo no parecía demasiado impresionado musicalmente, pero igualmente me dijo que le había gustado mucho lo que tocaba, aunque le parecía extraño.

- ¿Cómo te llamas, tío? –me pregunto, supongo que pensando en la posibilidad de que me hiciese famoso, pobre ingenuo, y tener algo que contar a sus colegas.

Desde todas las calles que confluían en la plaza había comenzado a llegar un sordo fragor que se convirtió rápidamente en un tumulto de chillidos de horror; una sombra oscura perseguía a la marea humana extendiéndose como una alfombra por suelos, paredes, y tejados, un inmenso tapiz de ratas que devoraban con voracidad cuanto se ponía a su paso.

- Hamelin –dije-, me llamo Hamelin.

Pero mi colega ya no estaba allí para escucharlo. Subí a casa y dormí, por fin, tranquilo.

FRONK

FRONK

Frank Zappa, Dibujo by Ismo '05

LIBERTAD

- ¿Me pone 250 gramos de libertad?
- Si se lleva todo el final de pieza, que pesa 400, se lo dejo a 4 euros...
- Hm, no sé...
- Y le regalo la pizca que me queda de paté intelectual
- Hecho

KATE BUSH

KATE BUSH

MOTHER STANDS FOR COMFORT

She knows that I've been doing something wrong,
But she won't say anything.
She thinks that I was with my friends yesterday,
But she won't mind me lying,
Because

Mother stands for comfort.
Mother will hide the murderer.

It breaks the cage, and fear escapes and takes possession,
Just like a crowd rioting inside.
(Make me do this, make me do that, make me do this, make me do that...)
Am I the cat that takes the bird?
To her the hunted, not the hunter.

Mother stands for comfort.
Mother will hide the murderer.
Mother hides the madman.
Mother will stay mum.

Mother stands for comfort.
Mother will hide the murderer.
Mother hides the madman.
Mother will stay mum.

Mother Stands for comfort es una canción de Kate Bush, que aparece en su disco "Hounds of love"

KEY LARGO

KEY LARGO

Mr. Edward G. Robinson

Fotograma de la película Key Largo, dirigida por John Huston

EL UNIVERSO EN MIS MANOS

Escucho canciones que oía a los 16 años y recobro algo de mi espíritu de entonces. No está demasiado lejos pero es inasible, y la canción es una señal, un hilo de Ariadna, la fina escarcha de un amanecer antiguo sobre la que patino hacia otra forma de ver la vida.

Con una precisión fugaz recobro olores y tactos de mi adolescencia, a lomos de mi canción.

No hay explicación ni ciencia para esta especie de deja vu. El sonido de la música se convierte en el único vehículo para el entendimiento.

De repente revivo y, al revivir, comprendo el universo entero porque la música lo abre para mí.

Sólo la canción me da la respuesta, cuando hace que cualquier espacio y cualquier tiempo sean, aún fugazmente, reales.

GOVERNMENT SUCKS

GOVERNMENT SUCKS

Dibujo by Ismo '05

EL BUQUE FANTASMA

EL BUQUE FANTASMA

El Buque Fantasma navega por el espacio y el tiempo con su tripulación de bucaneros, avituallada de alimentos para el espíritu y orlada de cañones y culebrinas para espantar los malos sueños. Tiene un capitán decidido y un contramaestre cascarrabias, un piloto que navega entre nubes de alcohol y un cocinero francés que robó una receta en el Ritz y, así, expía su culpa; en la sentina se esconden los demonios, cosidos a los grilletes mientras esperan el pabellón rojo de la muerte sin cuartel para volver a ver la luna. Surcan el universo a ritmo de Nueva Orleans, disfrutando, sin salir de la nave, de los tesoros que enriquecen su botín: los libros de Stevenson, Chesterton, Vian, Tolkien, Borges, las imágenes tan finamente imaginadas por Durero, Velázquez, Turner o Pratt, o los discos de los Stones, con los que atemorizan a los mortales que padecen sus sanguinarios abordajes y a los mismos dioses, donde quiera que estén.