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El Buque Fantasma

LA MÚSICA DEL ALMA

Igual que los 40 fueron los años del blues, y los 50 del rock’n’roll más clásico, los 60 fueron los años del soul.

El soul, como medio de expresión, fue la respuesta negra al final de la segregación. Durante años, el blues había sido el vehículo para la expresión del sentimiento negro, pero del negro segregado, sin derechos políticos; el fin de la segregación, impulsado decisivamente por la acción cívica canalizada a través de las iglesias, supuso un cambio de sensibilidad.

Frente al negro sometido, surgió el negro liberado: los negros eran, por fin, personas; habían ganado estima social y la imagen del negro sometido comenzaba a resultar incómoda, y el blues recordaba machaconamente un pasado de insidia.

En esa tesitura, el blues cayó en desgracia y se vió relegado a los ambientes del sur profundo (el mismo sur donde había empezado todo), y el soul se convirtió en estandarte del nuevo sentir negro, de los nuevos brothers y sisters que, a ritmo de gospel, habían conseguido acabar con la vergonzosa situación social que la segregación representaba.

El soul, como sucediera con el blues, seguía siendo música para negros, y, en sus inicios, surgió íntimamente ligado al blues y a la múltiples derivaciones surgidas a partir de éste y conocidas como Rythm’n’blues (lo que no era más que una etiqueta para diferenciar la música destinada a un público negro de la destinada al público blanco –hillbilly-, sin un contenido demasiado homogéneo). A ello, el soul unió la tradición gospel, a la que incorpora textos profanos, para quedar configurado como un estilo nuevo, original, en el que los metales cobraban protagonismo, que conservaba los arreglos vocales del gospel, y que, en sus textos, sustituía el cotidiano lamento del blues por la reivindicación social (cuando no por algunos textos escandalosamente eróticos chocantemente interpretados en forma de sermón litúrgico).

Si intentamos buscar a los responsables del guiso, hay dos nombres que cobran protagonismo sobre los demás en lo que se refiere a los precedentes de esa fusión entre blues y gospel: Ray Charles y Sam Cooke, que ya en los 50 venían anticipando la receta. Junto a ellos, y seguramente también aprovechando el vacío que dejó la trágica muerte de Cooke, otros grandes artistas alcanzarán merecidamente el título honorífico de reyes del soul: James Brown, Otis Redding, Wilson Pickett, Aretha Franklin, Marvin Gaye,... En la vertiente más bluesy del soul podríamos citar a Bobby Rush o Rufus Thomas, y a otros como Brook Benton (o Sammy Davis Jr.) en la vertiente del soul más próxima a la canción ligera.

En los 70, el soul decayó a causa, podríamos decir, de su propia evolución, pues se escindió en múltiples estilos con características peculiares que restaron protagonismo al soul más clásico: funky, disco, break, house, dance,... estilos todos ellos directamente deudores del soul.

Al igual que le sucedió al blues aunque, quizá, sin tanta intensidad, el soul vivió su propio revival en la década siguiente (los 80)... al igual que sucedió con el blues, evidentemente, no fue lo mismo: las circunstancias sociales habían cambiado y, en cierto modo, el soul había perdido así una de sus motivaciones. Hoy, quizá, podríamos decir que la tradición soul pervive sobre todo a través de sus múltiples variantes, amparado en una sofisticación más vendible que el estilo en bruto y que casa mejor con la sensibilidad de los tiempos modernos.

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